Matrimonio para los Tayikos
En las impresionantes montañas de Asia Central vive el pueblo tayiko, una etnia no alcanzada. Menos del 1% tiene acceso al Evangelio y aunque el 99% sigue el Islam, Dios está moviendo corazones en todo el mundo, llamando a misioneros latinos a llevar Su luz a los tayikos.
Camila, una joven misionera de Costa Rica, es una de ellas. Después de servir como parte del equipo de movilización en Reflejo, se unió como obrera al equipo de campo en Tayikistán. Llego llena de entusiasmo para comenzar a integrarse en la cultura y construir conexiones significativas. Sin embargo, pronto enfrentó desafíos inesperados. Los primeros meses estuvieron llenos de preguntas y dudas:
¿Cómo me muevo por la ciudad?
¿Cómo compro comida?
¿Cómo hago amigos?
Cada experiencia resaltaba más la brecha cultural que sentía. A pesar de su deseo profundo, comunicarse y conectar con locales parecía inalcanzable.
Fue entonces cuando Dios trajo a Nasima, una joven tayika de 21 años, quien comenzó a enseñarle a Camila el idioma tayiko.
Durante una de sus lecciones, Nasima compartió una profunda carga que traía: “Tengo que casarme. Mis padres dicen que ya es hora, pero no me siento preparada…”, confesó Nasima. Explicó la inmensa presión que enfrentan las mujeres tayikas. Entre los 18 y 23 años, se espera que se casen y asuman el rol de cuidar a su esposo, su familia y el hogar. Muchas veces, los padres eligen al esposo sin consultar a sus hijos. Si una mujer sigue soltera después de los 24 años, corre el riesgo de convertirse en la segunda o incluso tercera esposa. Nasima estaba aterrada, no tenía control sobre la decisión más importante de su vida.
Camila sabía que no podía cambiar su situación. No sabía qué más hacer, excepto orar. Comenzó a levantar el futuro de Nasima en oración, pidiéndole al Señor que encontrara un buen esposo y experimentara la paz de Dios en su vida. Con el tiempo, Camila y su compañera compartieron el amor de Dios, testificando cómo Él había estado con ellas en momentos difíciles. Un día, le preguntaron a Nasima si podían orar directamente por ella. Ella aceptó, y oraron por la guía y el consuelo de Dios.
¿Y adivina qué?
¡Dios respondió!
“Encontré un buen hombre”, compartió Nasima con una sonrisa grande. “Mis padres me están dejando elegir con quién me casaré”. Su estado de ánimo se transformó por completo. Pasó de estar ansiosa a sentirse emocionada. Había encontrado paz.
Antes de su boda, le envió un mensaje a Camila diciendo: “Estoy tan agradecida de haberlas conocido. Hacen que otras personas se sientan tranquilos, incluso si pasan poco tiempo con ustedes. Cambiaron mi vida”.
La experiencia de Camila refleja los desafíos y las oportunidades que enfrentan los misioneros en Tayikistán. Construir relaciones lleva tiempo y paciencia, pero Dios es fiel.
Al inicio de este año, Camila repetía constantemente esta oración: “Dios, ayúdame a construir relaciones con las personas a mi alrededor para poder compartir más de tu amor y esperanza con ellas.”
Ahora, Camila termina el año diciendo:
“Doy gracias a Dios porque desarrollé una relación cercana con mi maestra de idioma. Pude ver sus luchas, orar por ella, hacerla sentir amada y ayudarla a entender que sus sentimientos son válidos, pero hay un Dios que está aquí para ayudarnos a superar los momentos difíciles. Pude mostrarle la paz y el amor de Dios. Ahora ella ya no tiene miedo. Dios ha plantado una semilla, y usará su testimonio para alcanzar a otros.”