Una Puerta Abierta a través de niños en Tayikistán
Ariel* y Sarah* son misioneros de Reflejo de América del Sur. Junto con su hijo de tres años, AJ*, llegaron a Tayikistán a inicios del 2024. Cuando ellos llegaron por primera vez, otro misionero les prestó su casa en la cima de una montaña mientras buscaban un lugar más permanente. “Esto no es tan malo”, pensaron mientras contemplaban el invierno nevado afuera desde una sala de estar calentita.
De repente, hubo un corte de energía debido a una tormenta. Poco después, Ariel y Sarah escucharon un ruido sordo seguido de un llanto. Corrieron hacia AJ y vieron que se había caído y se había roto un diente. Inmediatamente, llamaron al líder de su equipo, un médico que vivía en la casa de al lado, para que viniera a ayudar. Les dijo lo que ya sabían: necesitaba bajar a una clínica de la ciudad. Luego les dijo algo que no sabían: los caminos que bajaban de la montaña estaban resbaladizos debido a la nieve y no estaría disponible el transporte adecuado hasta dentro de cuatro o cinco horas.
Durante las siguientes semanas, las cosas no mejoraron mucho para AJ. Como no hablaba tayiko, los niños locales a menudo lo acosaban. Ariel y Sarah comenzaron a preguntarse si estar ahí era lo mejor para su hijo. ¿Será que Dios podrá usar todas estas dificultades para Su gloria? Y además, Ariel y Sarah tenían dificultades para aprender el idioma y no se encontraban con gente local con quien practicar.
Un día, mientras AJ andaba en bicicleta, unos niños se le acercaron. Preocupada de que pudieran intentar meterse con AJ, Sarah comenzó a acercarse, pero cuando llegó allí, todos los niños estaban jugando con su cabello liso porque era diferente a sus rizos. Los niños le preguntaron a Sarah de dónde venía su familia. Después de escuchar que eran de Argentina, todos empezaron a emocionarse y a hablar de Messi, el futbolista argentino.
Este grupo de niños no perdió el tiempo en preguntarle a Sarah si podía enseñarles inglés. Muchos incluso regresaron a casa y trajeron a sus mamás para que la conocieran y le preguntaran si podía enseñarles, ya que Sarah es maestra de profesión. Sarah sabía que las mamás desconfiarían de cualquier cosa gratuita, pero tampoco podían permitirse el lujo de tener tutores privados de inglés para sus hijos. De repente, tuvo una idea. “Les enseñaré inglés a sus hijos, pero en lugar de pagarles, por cada hora que les enseño, ustedes deben enseñarme una hora de tayiko, ya que estoy tratando de aprender su idioma. ¿De acuerdo?"
Todas las mamás se rieron nerviosamente. Nunca les habían pedido que enseñaran nada y no sabían si tenían mucho que ofrecer. Al final aceptaron tímidamente. Una madre incluso se ofreció como voluntaria para abrir su casa a todos los estudiantes y madres para que se reunieran para tomar clases. Durante los meses siguientes, Sarah enseñó inglés con regularidad y tanto ella como Ariel aprendieron tayiko de varias familias.
Poco a poco, las familias con las que trabajaban empezaron a abrirse a ellos y a darles la bienvenida a sus vidas.
En noviembre, Sarah y Ariel compartieron con las familias que se acercaba el tercer cumpleaños de AJ, pero como no tenían familia en el país, no estaban seguros de poder celebrar una fiesta adecuada. Inmediatamente, todos los padres del grupo respondieron: “Pero somos tu familia. Nosotros ayudaremos.”
Esperaban que asistieran a la fiesta unas 10 o 15 personas y debido al mal tiempo, tal vez incluso menos. Pero temprano en el día, las mamás comenzaron a llegar para comenzar a cocinar y organizar la casa para una fiesta, y cuando llegaron todos los niños y los padres, ¡había cerca de 40 personas! Ariel pudo organizar actividades y juegos con los niños e incluso construyó una piñata para enseñarles sobre la cultura argentina. Reflexionó sobre esto: “Así como nosotros recibimos su cultura, ellos aceptaron la nuestra y fue una hermosa imagen de unirnos en amistad.”
Durante la fiesta, Sarah pudo compartir con los padres de familia que AJ era un milagro de Dios porque le habían dicho que no podía concebir. Otros misioneros del equipo, que habían venido para la fiesta, también pudieron orar públicamente por AJ, dando gracias a Dios por su vida y pidiendo bendición sobre él. Después de la fiesta, los compañeros de equipo mencionaron que estaban sorprendidos de que Ariel y Sarah ya tuvieran tantas amistades cercanas, a pesar de que llevaban poco tiempo en el campo.
Ahora, Ariel y Sarah miran hacia atrás y ven cómo Dios usó milagrosamente a AJ para abrir puertas a la comunidad. Gracias a él, comenzaron las clases de inglés y su cumpleaños brindó la oportunidad de comenzar a compartir historias con sus amigos sobre la provisión de Dios en sus vidas. “No podemos esperar a que llegue la Navidad,” dijo Ariel, “muy pronto podremos compartir la historia verdadera del significado de la Navidad.”
*Se utilizaron seudónimos para proteger la identidad de los misioneros y creyentes locales.