¿Qué es el perfil apostólico paulino y el petrino? 

En el tapiz del cristianismo primitivo, dos figuras destacan con perfiles apostólicos distintos, delineando dos enfoques igualmente vitales para la expansión del reino de Dios. En el corazón de estas perspectivas se encuentran los apóstoles Pablo y Pedro, quienes, aunque compartieron la misma misión, abordaron sus llamados misioneros de manera única.  Este contraste entre el perfil apostólico paulino y petrino revela la diversidad de dones y enfoques dentro del llamado misionero, desafiándonos a comprender y apreciar la riqueza de ambos modelos.

El perfil apostólico paulino, basado en el apóstol Pablo, es aquella persona llamada a cruzar barreras culturales y geográficas para expandir el reino de Dios donde aún no está. Aquellos valientes que quieren personalmente, por amor a Dios y a los no alcanzados, ir a un metro del infierno y ayudar a personas a darse la vuelta.

El perfil apostólico petrino, basado en Pedro, es distinto. Si estudiamos a Pedro en el nuevo testamento, él no fue de lugar a lugar como Pablo, buscando a los no alcanzados. Él se quedó con la iglesia en Jerusalén y con los discípulos, coordinando. Pedro ayudó a la iglesia (en sus formas modales y sodales) a formar la estructura necesaria para la expansión del reino.

De cierto modo, Pablo saltó al vacío atado a una cuerda y Pedro organizó el esfuerzo de sostenerla. El perfil apostólico petrino describe a aquellas personas con un llamado misionero cuya mejor contribución al reino por sus dones y temperamento no va a ser el de ir al campo personalmente a tomar tazas de té y aprender un idioma, sino el de formar estructuras de envío que impulsen a muchos otros a poder ir.

En conclusión, al explorar los perfiles apostólicos de Pablo y Pedro, emergen valiosas lecciones para la misión contemporánea. El apóstol Pablo nos inspira a aventurarnos hacia lo desconocido, abrazando la tarea de llevar la luz de Cristo a lugares donde aún no ha brillado. Por otro lado, el apóstol Pedro nos enseña la importancia de establecer estructuras sólidas y coordinar esfuerzos desde el centro, permitiendo que muchos participen en la gran comisión. Así, la riqueza del llamado misionero se manifiesta en la diversidad de dones y enfoques, recordándonos que la expansión del reino de Dios se logra de maneras diversas, todas cruciales para la edificación de Su cuerpo en la tierra.

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