El primer viaje de Felipe: Comprendiendo el corazón de Dios
Felipe siempre había soñado con construir una vida exitosa como médico. Sus metas se centraban en tener una casa bonita y trabajar arduamente para alcanzarla, pero descubrió algo más grande. Experimentó la profunda alegría que surge al dar. Esta es la historia de lo que Felipe aprendió, y como Dios lo preparó para desarrollar su ministerio en Reflejo.
Un día, un amigo de Felipe lo llevó a una iglesia donde organizaban viajes misioneros a barrios carenciados dentro del país. Movido por la curiosidad, se anotó para participar y se unió a un equipo de voluntarios que ofrecía educación y salud gratuita. Inicialmente, pensaba que las misiones eran meramente proveer servicios gratuitos a los más necesitados. Sin embargo, cuando llego descubrió que el verdadero trabajo misionero también se encarga de cubrir las necesidades emocionales y espirituales de las personas. En ese instante Felipe sintió que algo dentro de él se encendió y pudo reconocer que tenía más para ofrecer. Al darse cuenta de esto comenzó a hacer más voluntariados dentro de Argentina. Con cada viaje sentía que Dios amoldaba su corazón más y más en compasión por los demás. Pero, ¿había algo más grande a lo que Dios lo estaba llamando? Ahí fue cuando Felipe sintió un llamado a un país más lejano.
Con los meses Dios lo llevó a un pequeño pueblo en África, un lugar totalmente diferente a cualquier otro que él había conocido. Allí, vivió en una casa hecha de palillos, dormía en el suelo y vivía sin electricidad. Pero lo que más lo impactó no fueron las condiciones, sino la comunidad que encontró en la pequeña iglesia del pueblo. A pesar de las circunstancias, las personas estaban unidas por su amor a Cristo, compartiendo lo poco que tenían, cuidándose mutuamente y dando generosamente.
Felipe se ofreció al voluntariado para poder dar y ayudar a las personas de este pueblo, pero al final ellos terminaron enseñándole lo que realmente significaba ser parte del cuerpo de Cristo. Aunque las mujeres que dirigían el culto no podían tocar instrumentos ni leer o escribir, alababan a Dios con danzas y cánticos llenos de alegría. Felipe había leído y estudiado la palabra de Dios antes, pero comenzó a experimentar al Señor de una manera completamente nueva. No necesitaba nada más que cantar y danzar para sentir la presencia del Espíritu Santo. Fue en ese momento que entendió una verdad esencial: no se necesita mucho para agradar y alabar a este Dios tan grande; solo necesitas hacerlo con tu corazón completo.
Fue en este pueblo donde Felipe comenzó a entender el corazón de Dios. Luego de varias semanas su tiempo allí llegó a su fin y su equipo se preparaba para irse, pero Felipe sintió una inquietud, entonces le pregunto a Dios que debía hacer. “Quédate un tiempo más” le dijo y Felipe supo que había algo que Dios quería mostrarle. Ese mismo mes lo invitaron para participar en un bautismo. Aunque Felipe había presenciado muchos bautismos antes, este sería diferente.
El Pastor bautizó a los nuevos creyentes en el río y comenzó con una oración especial. “Habrá días de persecución y muchos momentos difíciles por delante, pero Señor, te pedimos que fortalezcas a nuestros hermanos y hermanas en su fe para que no se desanimen y permanezcan fuertes en Ti. Dios, úsalos para Tu reino”. Luego, toda la congregación estalló en celebración y alabanza.
Felipe se sintió impactado. La primera oración que hacían era por fortaleza frente a la inevitable persecución. Por primera vez, vio de cerca las dificultades y los inmensos desafíos de ser creyente en un contexto donde tener fe en Cristo significaba enfrentar hostilidad. Fue entonces cuando Felipe comprendió que la necesidad iba más allá de tratar heridas físicas; había una profunda necesidad espiritual entre aquellos que no conocían a Jesús. Y se dio cuenta de que el plan de Dios para él no era simplemente servir como médico, sino ser un discípulo fiel para los demás.
A raíz de estas experiencias, Felipe contactó a Reflejo; sentía el llamado a ser misionero. Ahora, se está preparando para ir al campo a largo plazo, pero antes de todo esto, Dios lo llamo a otro viaje importante, donde pudo compartir la palabra a través de un encuentro con un joven en su clase de inglés.
Para saber más, visita El Segundo Viaje de Felipe.