El segundo viaje de Felipe: La invitación
Puedes leer “El Primer Viaje de Felipe” aquí.
Cuando Felipe regresó a Argentina, algo en él había cambiado. Su fe había crecido inmensamente, y sentía que Dios lo desafiaba con algo más que simplemente salir de su zona de confort con su viaje a África. Poco después, surgió una oportunidad: una organización lo invito a servir como voluntario en Asia Central, apoyando la evangelización en regiones donde las personas no podían practicar libremente su fe. Su misión era construir relaciones, siempre buscando la guía de Dios para discernir con quien compartir el Evangelio. Esto no fue fácil, requería comprender la cultura local, sus costumbres y necesidades para entablar conversaciones significativas. Para conectar mejor con los locales, los voluntarios decidieron ofrecer clases de Inglés, lo cual atrajo a muchos jóvenes.
En estas clases, lo animaban a Felipe y a su equipo a formar amistades, gradualmente pasando de conversaciones superficiales a conexiones más profundas. Durante una de sus clases, Felipe entabló una larga conversación con un joven llamado Ahmed. Al final de la charla, Ahmed lo sorprendió con una invitación inesperada:
“¡Por favor, ven a visitar mi casa! Me encantaría que puedas venir.”
Felipe se sintió dividido. Aunque le honraba la invitación, le habían advertido sobre los riesgos de visitar a desconocidos en aquella región. Si alguien descubría que era cristiano, podría ser arrestado. En su incertidumbre, Felipe oró, pidiendo que Dios lo guie y le dé paz según su voluntad. Sintió una sensación de seguridad y tranquilidad, entonces decidió aceptar la invitación.
Cuando llegó a casa de Ahmed, este lo recibió con una cálida sonrisa.
“¡Bienvenido! ¡Entra! Toma asiento, tengo algo para ti”, dijo mientras desaparecía tras una puerta.
Felipe esperó ansioso en la sala de estar. Después de unos 15 minutos, Ahmed lo llamó a la cocina, donde estaba preparando un plato tradicional. Ahmed también había invitado a su amigo Yusuf, quien no hablaba inglés. Los tres se sentaron a comer, con Felipe y Ahmed conversando mientras Yusuf decía pocas palabras en su idioma nativo. Estaban hablando y riéndose cuando de repente Ahmed se detuvo y lo miro fijamente a Felipe en los ojos.
“Sabes, hay algo diferente en ti. La forma en la que hablas y actúas no es como la de otras personas... ¿Eres Cristiano?”
Felipe se sorprendió con la pregunta, pero respondió con sinceridad: “Sí, lo soy”.
“¿Puedo hacerte un par de preguntas?”, preguntó Ahmed.
Felipe aceptó, sin estar seguro de lo que vendría después. Ahmed se levantó abruptamente y se fue a otra habitación. Cuando regresó, los ojos de Felipe se agrandaron al ver lo que Ahmed tenía en sus manos: una Biblia. Yusuf observó en silencio mientras Ahmed abrió la Biblia y se la entrego a Felipe.
“¿Puedes explicarme estas historias? Porque no las entiendo”.
Felipe tenía curiosidad por el interés de Ahmed y le preguntó si sabía algo sobre Jesús. Ahmed explicó que había estado leyendo la Biblia durante mucho tiempo, pero no tenía a nadie que le ayudara a comprenderla. Sus amigos no entendían por qué estaba buscando la verdad en otro libro. Pero cuando Ahmed conoció a Felipe, sintió que él era la persona que podría ayudarlo a conocer más sobre Jesús.
Felipe y Ahmed repasaron varios versículos de la Biblia juntos. Felipe le explico la historia de Jesús en inglés mientras Yusuf seguía observando en silencio. Al final, Felipe se despidió, pero el encuentro lo dejó profundamente conmovido. Regresó a Argentina con el peso de saber que muchas personas estaban buscando a Jesús, pero no tenían a nadie que pudiera compartirlo con ellos.
Días después, Felipe recibió un mensaje inesperado de un hermano de la iglesia que había visitado en Asia. Le compartieron que un nuevo creyente había sido bautizado; su nombre era Yusuf. A pesar de no hablar inglés, Yusuf escucho y entendió absolutamente todo lo que Felipe compartió ese día. Felipe estaba impactado. No podía creer como Dios lo había usado de una manera tan inesperada. Se dio cuenta de que, mientras él se enfocaba en una cosa, Dios tenía un propósito más amplio en mente, y el trabajo aún no estaba terminado.
Felipe llegó a comprender que su llamado no se trataba de lo que él podía lograr con sus propios esfuerzos, sino de lo que Dios podía hacer a través de él.
Hay muchas personas, como Ahmed y Yusuf, que tienen poco o ningún acceso al Evangelio. Pero eso no significa que no estén desesperadamente buscando a Jesús. ¿Qué sucede cuando alguien como Ahmed o Yusuf de repente tiene acceso a la palabra de Dios, pero vive en un contexto donde no conocen a ningún creyente que pueda explicársela? Es necesario no solo compartir la palabra de Dios, sino ser un testimonio vivo para que los demás vean la presencia de Dios en nuestras vidas.
El Espíritu Santo empujó a Felipe a moverse, más allá de su zona de confort, más allá de lo que pensaba que podía hacer, y a compartir más sobre el reino de Dios dondequiera que Él lo guiara. Ahora Felipe se ha unido a Reflejo y sabe que Dios lo está llamando a ir al campo a largo plazo.